MADRID, 30 Oct. (EUROPA PRESS) -
Naciones Unidas ha elegido el lema 'Ciudades Inclusivas, Desarrollo Compartido' y reivindica "el importante papel de la urbanización como una fuente de desarrollo global y la inclusión social" con motivo de la celebración del Día Mundial de las Ciudades que se celebra este lunes 31 de octubre.
"La urbanización planificada maximiza la capacidad de las ciudades para generar empleo y riqueza, y para fomentar la diversidad y la cohesión social entre clases diferentes, culturas, etnias y religiones", explica el organismo internacional en un comunicado.
Desde 2009, las ciudades, motores de la economía, de consumo y también de pobreza, acogen a la mitad de la población mundial y se calcula que para 2040 todas las regiones del mundo, incluyendo África, serán mayoritariamente urbanas, según señala el informe 'La Situación del Mundo 2016. Ciudades sostenibles. Del sueño a la acción', de Worldwatch Institute.
"Una inmigración urbana mal gestionada origina situaciones de marginación y segregación de las personas de diversos orígenes", señala el informe, coeditado en castellano por FUHEM Ecosocial e Icaria. Por ello, el papel de los responsables del planeamiento y el diseño urbano es "clave", ya que a pesar de no poder resolver las causas últimas de la exclusión y la desigualdad, sí pueden contribuir "enormemente" a la cohesión social. "Aunque para lograrlo --puntualiza el estudio--, es imprescindible la voluntad política, y la participación de la población local".
Un proyecto con teleféricos en Medellín, los huertos comunitarios en Buenos Aires y la renovación del paseo de Aker Brygge en Oslo, son tres ejemplos que propone el estudio para explicar cómo una urbanización planificada, con apoyo político y participación de la población local, puede mejorar la vida de los ciudadanos.
MEDELLÍN Y SU TELEFÉRICO
El Programa Integral de Mejoramiento de Barrios Deprimidos (PRIMED) de Medellín (Colombia), que comenzó en los años noventa, es un buen ejemplo de los beneficios que se pueden lograr a través de una red de calles bien diseñada. En este caso, el centro del proyecto fue la implantación de un sistema innovador de transporte público basado en teleféricos para conectar barrios más deprimidos con el resto de la ciudad. Además, se intervino en otros espacios públicos, viviendas e infraestructuras sociales, que se llevaron a cabo de forma participativa. Dos de las claves del éxito del proyecto fue "la fuerte voluntad política y la participación de la población local", señala el estudio.
Los estudios de impacto realizados revelan que, además de lograr integrar a los barrios de renta baja en el entramado urbano, se mejoró la calidad de vida de la población gracias a la mejora de la acessibilidad y de la calidad del aire. "Esto contrarrestó la estigmatización de estas zonas y proporcionó a los vecinos un sentimiento de inclusión social y política", apunta el informe. Además, los niveles de violencia y de delincuencia en los barrios de los alrededores de las líneas de teleférico disminuyeron de forma importante, ayudando a revitalizar la vida pública.
La compañía Metro, encargada de evaluar el comportamiento ambiental del sistema y monitorea la reducción de las emisiones de efecto invernadero, calcula que el uso de los teleféricos contribuyó a reducir hasta 121.029 toneladas de emisiones de dióxido de carbono entre 2010 y 2016, respecto a los vehículos alimentados con combustibles fósiles a los que sustituye.
BUENOS AIRES Y SUS HUERTOS COMUNITARIOS
Los huertos comunitarios cada vez proliferan más y, además de cumplir funciones socioculturales importantes, contribuyen de forma importante a la cohesión social y a la seguridad alimentaria. El proyecto ProHuerta es uno de ellos y comenzó en Buenos Aires (Argentina) en los años noventa. Esta es su historia.
El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Argentina aprobó el programa Pro Huerta en 1990 como medio para abordar los graves problemas económicos y de seguridad alimentaria que afectaban al país pero no fue aprobado formalmente en el marco del Plan Nacional de Seguridad Alimentaria hasta 2003. El gobierno comprometía en 2011 más de 10 millones de dólares para ampliar el programa.
Así, Pro Huerta "ayuda a la población más pobre de Buenos Aires a diversificar su dieta, acceder a alimentos frescos, reducir su presupuesto alimentario y aumentar sus ingresos". El programa está diseñado para promover la autosuficiencia, proporcionando las herramientas necesarias para crear huertos alimentarios, incluyendo lotes de semillas, pollos, conejos y formación en control de plagas, cría de ganado y métodos de cultivo ecológico.
A finales de 2015 el programa había ayudado a establecer más de 56.000 huertos familiares -complementando la dieta de unas 350.000 personas, o casi el 11,5% de la población urbana-, así como más de 900 huertos escolares y 500 huertos comunitarios. Un huerto familiar puede producir 200 kilos anuales de verdura, suficientes para una familia de cinco personas.
La red ProHuerta se fue expandiendo y en febrero de 2002 se puso en marcha en la tercera mayor ciudad de Argentina, Rosario, logrando reconvertir los solares desocupados -más de la tercera parte de la superficie urbana de Rosario- en huertos urbanos. Dos años después, 800 huertos comunitarios producían alimentos para 40.000 personas y 10.000 hogares de renta baja de Rosario vendían lo suficiente para salir de la pobreza. Se calcula que las dos terceras partes de las personas participantes eran mujeres.
El programa Pro Huerta ha sido replicado en el 88% de los municipios de Argentina, con más de 630.000 huertos y 130.000 fincas que suministran alimentos a más de 3,5 millones de personas a nivel nacional. Una red de 20.000 promotores gestiona el programa, participando en ferias agro-ecológicas y trabajando con millares de instituciones y de organizaciones en todo el país. Además, se ha extendido a otros países como Brasil, Colombia, Guatemala, Venezuela y Haití.
OSLO Y SU PASEO POSTINDUSTRIAL
En Oslo, el paseo postindustrial al borde del agua de Aker Brygge, que ha sufrido ya dos renovaciones, es otro ejemplo de cómo el diseño urbano puede influir en la interacción social. El primero de ellos se llevó a cabo en los años noventa cuando "los viejos bancos del paseo se sustituyeron por bancos dobles de estilo parisino", aumentando el número total de asientos disponibles. A raíz de ello, el número de personas que se sentaban en la zona se multiplicó por más de dos y "proliferaron las interacciones sociales entre extraños". Veinte años después llegó la segunda renovación, poniendo nuevamente el énfasis en fomentar la interacción y la diversidad social.
Así, el equipo encargado de desarrollar el proyecto creó numerosas oportunidades de sentarse, comer, leer o conversar con conocidos o extraños. Las sendas peatonales y para bici fueron rediseñadas para crear espacios públicos más amplios y generosos, y se instalaron tumbonas y bancos cómodos, que invitaban a las personas a descansar y a tomar el sol. Los expertos coinciden en que ofrecer suficientes plazas para sentarse en las ciudades y en los barrios resulta crucial, otros factores -como las vistas y la orientación hacia actividades callejeras, así como la movilidad de los asientos- "también determinan la vitalidad de un lugar".